Un apacible día de invierno
Al final del bosque,
donde reposan las aguas del estanque
Y a lo largo del muro de abetos
se mece un suave murmullo;
Donde alumbrada por el sol,
tan frío y pálido,
la ola besa continuamente
la orilla, resplandeciente:
Ahí sé de un estrecho barranco,
hermoso y digno de pintar,
donde la bahía captura
todos los pequeños rayos.
Un recoveco seco, donde no sopla el viento,
mas riquísimo en vegetación,
donde en todo este verdor
no hay ramita seca que me afrente.
Extiendo mi abrigo
sobre el musgo,
me apoyo junto al abeto
y esparzo sobre mi regazo
hierbas, ramas y tallos.
Todo tan perfecto como podría ser:
¿Quién puede reprocharme
por pasar ociosa los días de verano?
Si no ha de cantar el grillo,
susurrarán los juncos;
Si callan los ruiseñores,
seré yo quien entone una canción.
Y si la naturaleza ofrece poco
que invite a festejar,
es siempre el aire libre
lo que mejor puede sentar.